viernes, 19 de octubre de 2007

Aquellas fiestas tan católicas










El centro era la Iglesia y desde allí se dominaba todo el pueblo. Un día de fiesta era un día de misa. El franquismo se vivía plácida y cristianamente lejos de las grandes ciudades; entre sermones y procesiones la vida transcurría sin grandes sobresaltos. La lujuria y y el pecado eran cosas de la Capital.


Cada fiesta, cada acto, contaban con el beneplácito de las autoridades, civiles y religiosas, también militares si era necesario.


La procesión del Corpus, la visita del obispo, el Vía Crucis, la bendición de la palma, la llegada de los Reyes Magos,.... eran los motivos para que la gente se sintiera contenta y ataviada con las mejores vestimentas se echaran a la calle para celebrar un día de jolgorio y alegría, pero no solos, con Dios y con el cura.

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